W-B B-W


Witches-Bitches Bitches-Witches surge a partir de una invitación de Julie Laymond COOP y el Centro Huarte. Es el resultado de una residencia en la cual tres artistas hemos trabajado sobre el imaginario de la bruja.
El trabajo realizado durante la residencia se mostró en la exposición Emen Hetan Witchy Bitchy Ding Dong It's Sabbat Timecomisariada por Julie Laymond que tuvo lugar en el Centro Huarte (Navarra) en marzo de 2019.

Este proyecto ha sido posible gracias a la ayuda de COOP, Centro Huarte, AZALA, École Supérieure d'Art Pays Basque y BilbaoArte.

































W-B B-W continúa la investigación que Maia Villot ha desarrollado en los últimos años acerca de las representaciones patriarcales de mujeres poderosas. Si en el ciclo “Échale la culpa” exploraba cómo el estereotipo de la “femme fatale” se asocia en la cultura popular a las catástrofes naturales, en este nuevo proyecto se aproxima la figura de las brujas.
A lo largo de la historia, el patriarcado se ha servido de la figura de las brujas para controlar, someter o liquidar a mujeres que habían logrado cierta independencia y autonomía o que tenían acceso a ciertos conocimientos no comunes. Representadas como mujeres misteriosas, poderosas y peligrosas, las mujeres que eran acusadas de brujería eran humilladas, encarceladas, torturadas y asesinadas. 
Recientemente, desde el feminismo, se ha estudiado este fenómeno histórico poniendo en cuestión no solo el relato oficial y la subjetividad normativa que lo sostiene sino también las representaciones que la cultura popular ha producido a través de cuentos e imágenes. Gracias a esta mirada hemos podido entender el horror que la narración autorizada de la historia había silenciado. Pero también, se ha abierto la posibilidad de volver a imaginar la figura de la bruja poniendo en juego valores y posibilidades que ciertamente dan lugar a representaciones tan insólitas como quizás pertinentes en nuestros días. 
Para la exposición Emen Hetan Witchy Bitchy Ding Dong It's Sabbat Time, Maia Villot ha producido una serie de imágenes que juegan con los clichés asociados a las brujas (la nocturnidad, los conjuros, las uñas largas, etc.) y los somete a un código visual en un principio ajeno al imaginario convencional asociado a las brujas. El juego de planos superpuestos y de composición de imágenes a partir de fragmentos remite sutilmente al universo  simbólico y plano de los naipes. Pero hay algo más. El uso de la fotografía y en especial de la iluminación de flash produce imágenes vividas, muy atadas a una acción que en este caso consiste básicamente en fotografiarse la propia mano haciendo un gesto codificado que se aprovecha para dejar ver unas uñas largas tan sofisticadas como postizas. Como si se tratara de una suerte de autorretrato imposible, Maia Villot nos muestra sus manos ocupando el lugar privilegiado que habría ocupado su rostro en un autorretrato al uso. Como si eludiera la mirada autorizada del objetivo de la cámara, su cuerpo se retira hacia el fuera de campo, hacia lo que no se ve. Y desde allí opera literalmente como punto de vista, pero también como cuerpo que produce un relato, una puesta en escena, esto es, un sujeto.
Detrás de las manos, rompiendo sin tapujos la unidad dramática de la mirada clásica, aparecen flores y piedras. Metáforas de un cuerpo que se sustrae a la imagen porque sabe quizás que hacerse visible es perder el poder de representar, de crear realidad. Detrás de la imagen hay un cuerpo que opera la escena, que es capaz de hacer ver unas cosas y de ocultar otras. Las telas de Maia Villot (no tensadas por un bastidor, no convertidas en objeto rígido de dimensiones estables) parecen evocar la visualidad característica de los bodegones antiguos subvirtiéndola a través de los perfiles cortantes de las imágenes superpuestas. Flores y minerales hablan de un tiempo suspendido como el de las naturalezas muertas, tiempo conjurado para mostrar un instante de vida, esplendor natural atrapado por un sortilegio fotográfico.          
                                                                                                       
                                                                                                     Jaime Conde-Salazar